sábado, 10 de julio de 2010

LA OTRA VICTORIA

Existen voces que niegan la importancia y la trascendencia del deporte de élite, especialmente el fútbol, en el devenir de nuestra sociedad. Ante grandes acontecimientos deportivos, se leen y escuchan comentarios tratando de minimizar su efecto social, aduciendo, casi siempre de manera demagógica, que existen asuntos más importantes. Quizá no les falte razón, existen problemas muy serios en esta época de crisis, desempleo, delincuencia, marginación, etc.

No debemos, sin embargo; dejar de observar los efectos positivos que aportan socialmente los éxitos de nuestros deportistas, dado que incrementan el prestigio de nuestra nación en el concierto internacional. Salvo muy contadas excepciones, coincide que los países más potentes son los que a su vez cosechan los mayores triunfos en el deporte.

Más allá del fenómeno deportivo, deberíamos destacar otros tres efectos positivos para nuestra sociedad.

En primer lugar, la euforia de la gente (incluso la que no es aficionada) por el triunfo deportivo representa un efecto balsámico, en estos tiempos de depresión; ayuda a aumentar nuestra autoestima, como sentimiento de pertenencia individual al triunfo colectivo de nuestro país. Sin duda, esto puede ayudarnos a remontar moralmente, sin olvidar los problemas que nos afectan, lógicamente.

En segundo lugar, particularizando en los éxitos de la selección española de fútbol (a los que habría que añadir los de Nadal en Tenis; Contador en Ciclismo, nuestros motociclistas, la Selección de baloncesto, actual campeona de Europa y del Mundo, etc.), habría que destacar el pequeño tirón económico: aumentan las ventas de todo tipo de artículos relacionados con el fútbol, el nº de periódicos, horas de radio y TV, etc.

Pero mucho más importante es el triunfo sociológico, la consecución de una identidad nacional colectiva, aunque sea en torno al fútbol. Los éxitos de “La Roja” están consiguiendo lo que no se había logrado en más de treinta años de democracia.

Resulta cada vez más natural ver a cualquier persona de la calle, sea de izquierdas, de derechas o de centro, ondear una bandera de España, vestir cualquier indumentaria con las enseñas nacionales, cantar “yo soy español”, sin ningún tipo de complejo, sin sentirse ni ser calificado como “facha”. Esto es, sin ninguna duda lo mejor que le puede suceder a nuestro país en aras a la convivencia entre la pluralidad de pueblos, culturas e ideologías que la componen. Se está acabando poco a poco con la patrimonialización interesada de los símbolos de España por parte de la derecha más retrógrada, que siempre ha negado la españolidad a quienes no pensaban como ellos.

Porque nuestro país es de todos, cualquier triunfo debe ser celebrado por toda la colectividad, frente a quienes aprovechan cualquier dificultad para atacar deslealmente la imagen de España, cuando viajan por el extranjero, dando conferencias.